Tan pronto como el ferrocarril inició sus actividades como medio de transporte, los militares vieron en él un arma de guerra que superaba las prestaciones ofrecidas por la caballería y la infantería La guerra franco-prusiana de 1870 fue una clara demostración de las posibilidades que el nuevo medio de locomoción y transporte ofrecía para facilitar la rapidez de desplazamientos y una mejor logística, así como para la eficaz concentración de efectivos en las zonas deseadas. La primera guerra mundial representó el auge de la artillería sobre ferrocarril y del tren blindado. El cañón sobre vía férrea tuvo sus orígenes en las necesidades de aquella especie de guerra de asedio que la inmovilidad de las trincheras, las alambradas y las ametralladoras impusieron a los ejércitos contendientes. Para romper las profundas líneas defensivas era preciso trasladar y utilizar piezas de artillería superpesada Pero tales movimientos eran una tarea faraónica y se decidió instalar las bocas de fuego sobre el medio de transporte más capaz de sus días. Así era posible trasladarlas y retirarlas cuando fuese necesario.
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