El británico Chris Ellis, autor de libros de modelismo en los años setenta, había identificado como peores enemigos de las maquetas, clasificándolos por orden de importancia, al polvo y a los seres humanos. En efecto, como se habrá dado cuenta ya, los modelos son extremadamente vulnerables y delicados y necesitan ser constantemente defendidos de agresiones ambientales de diverso tipo. Con demasiada frecuencia, muchos modelistas que cuidan hasta el último detalle el montaje y la pintura de sus aviones, tienden a olvidarse del modélo tan pronto lo han terminado y, tras haberlo admirado durante unos pocos minutos con complacida satisfacción, lo abandonan sobre un estante a que se cubra de polvo a merced de la desmañada curiosidad de los niños pequeños y de la perniciosa indiferencia (cuando no manifiesta hostilidad...) de madres, esposas, novias, asistentas domésticas. El resultado es que al cabo de pocas semanas el modelo cuya realización necesitó de tanto empeño y que tanto nos había enorgullecido está tan estropeado (empolvado, despojado de aterrizadores, antenas, ametralladoras, palas de hélice, etc.) que
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