La guerra del Pacífico fue en gran medida una guerra de portaaviones y, desde Pearl Harbor a Okinawa, el empleo de este tipo de unidades resultó decisivo. Por primera vez, los contendientes de las batallas navales se encontraban a centenares de millas de distancia uno de otro. Desde el momento en que los aviones japoneses embarcados atacaron la flota estadounidense, surta en Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, se inició una nueva era de la guerra en el mar; aun cuando el poder aeronaval ya hubiese demostrado anteriormente su eficacia en el ataque a buques que se encontraban en sus bases, Pearl Harbor representó el pnmer acto de la «guerra de los portaaviones» en los grandes océanos. Los acorazados estadounidenses estaban ahora hundidos o fuera de combate y, por lo menos durante seis meses, la Pacific Fleet (flota del Pacífico) solamente contaría con los portaaviones para llevar a cabo la ofensiva. Esta situación fue la causa de que se contemplara la fuerza de combate de los portaaviones rápidos, con aviones de caza, bombarderos en picado y torpederos, como sustituto «a largo alcance» del cañón de 406 mm de los acorazados.
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